Día alegre
y muy significativo para los cristianos, llamado así porque se
conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando la
multitud lo recibió con hojas de palma y de olivo. Sin fecha fija en
el calendario, depende de la Semana Santa que se establece a partir
del primer plenilunio posterior al equinoccio de marzo. Es el primer
día grande de la Semana Santa marcando el fin del invierno y el
principio de la primavera.
El Domingo
de Ramos ha sido y probablemente sigue siendo uno de los domingos más
esperados en el calendario festivo católico.
La misa era diferente a la de otros domingos y siempre que no lloviera, empezaba fuera del templo, en plazas y calles con procesiones y bendiciones de
ramos, de olivo, palma, laurel, rusco (en pueblos de la montaña) …
Día de
fiesta grande, de reuniones familiares en torno a una buena
comida… donde los niños eran los verdaderos protagonistas.
En esta
fecha tan especial la gente se mudaba, lucían las mejores galas y
era costumbre estrenar algo de ropa coincidiendo con el arranque de
la primavera. Eso significaba buena suerte hasta el año siguiente.
Varios refranes se refieren a este hecho: Domingo
de Ramos, el que no estrena no tiene manos (…si no estrenas te
quedas sin pies y sin manos, … si no estrenas se te caerán las
manos, … si no estrenas te condenas, etc).
Significaba que el que no podía estrenar era pobre, no tenía
trabajo o no sabía coser.
Más
conocido es el de Pascuas a Ramos, utilizado
todavía en nuestros días para decir de mucho en mucho tiempo, de
tarde en tarde.
Si para San
José, el 19 de marzo, el invierno se resistía a marchar, se
esperaba al domingo de Ramos para vestir de pantalón corto a los
niños y poner falda a las niñas. Unas buenas friegas con alcohol
solían preparar las piernas para el destape. Esto era costumbre, al
menos en pueblos del Somontano.
Motivo de
gran ilusión para
los más pequeños de la casa era la costumbre de decorar los ramos
con chocolatinas, rosarios de azúcar, gominolas y rosquillas… que proliferó sobre todo
a partir de los años 70.
Al terminar
la ceremonia, aprovechando que las criaturas iban de punta en blanco
y antes de que se ensuciaran, los niños y las niñas posaban, solos
o con sus hermanos y se les fotografiaba. La foto de la palma es
típica en todos los rincones de España.
Una vez
bendecidos los ramos, se colocaban en los
balcones, ventanas y puertas de las casas para proteger a sus
moradores. En algunos lugares aún se conserva la costumbre. Clavados en la tierra, en los campos de labor aseguraban
las cosechas y alejaban el pedrisco.
Este año
cumpliremos con la tradición y saldremos a la ventana o al balcón,
bien lavados, bien peinados y mejor vestidos. Cogeremos o dibujaremos
un ramo, palma, hojas de laurel, o una flor… y aplaudiremos fuerte,
fuerte hasta que se nos caigan las manos y estrenaremos la mejor y
más agradecida de nuestras sonrisas.
#EsteVirusLoParamosUnidos
#YoMeQuedoEnCasa