DOMINICA LA
COJA. De leyenda a triste realidad
Desde
tiempos inmemoriales, en el Parque Cultural del Río Vero, se relatan
diversas leyendas sobre brujería, encantamientos o hechizos. En
pleno cañón del Río Vero, La Cueva de la
Mezquita o de Lucien
Briet era, según la tradición popular, un
lugar en el que se practicaban rituales y aquelarres. Y cerca de
allí, en el Tozal de Asba, se cuenta que las brujas celebraban sus
aquelarres cantando y bailando desenfrenadamente.
En el curso
bajo del río Vero encontramos la localidad de Pozán de Vero, donde
entre otras historias de brujas, se cuenta especialmente la de una
vieja curandera, Dominga Ferrer, conocida como Dominica la Coja,
inmortalizada en la memoria popular.
Esta mujer,
gran conocedora de las plantas medicinales, preparaba remedios para
aliviar las dolencias de sus vecinos como el reuma o la sarna.
Ejercía de partera y sanadora del pueblo, la medicina, en aquel
entonces, estaba reservada para las personas de la corte.
Del siglo XV
al XVII se creía que la brujería era uno de los males de la
Cristiandad y se diferenciaba de la hechicería tradicional por la
intervención del diablo. Eran tiempos inciertos en los que la
ignorancia y la incultura propiciaban la superstición y la
atribución de todo aquello que se desconocía a fuerzas
sobrenaturales y a prácticas esotéricas. Las mujeres solteras y
viejas y otros colectivos clandestinos o socialmente débiles se
convirtieron en un blanco perfecto.
La caza de
brujas llegó a este pueblo del Somontano y los hechos acaecidos
están perfectamente detallados en el Archivo Provincial de Zaragoza.
Tras la
creación de contrafueros que permitían juzgar los delitos sin
pruebas, Dominica la Coja, en un juicio civil, los mismos vecinos que
habían acudido a ella cuando la necesitaban, la acusaron de bruja y
de ser la causante de todas sus desgracias. Fue torturada y entregada
a la Inquisición, en la Aljafería de Zaragoza, donde varios
testigos la acusaron, esta vez bajo juramento, de agriar el vino, de
extraer venenos a sapos y culebras, de matar a las caballerías y a
niños, de untarse las axilas y volar sobre sarmientos a las eras de
Tolosa, de pactar y tener relaciones carnales con el Diablo…
Después de
un doloroso proceso en la que le hicieron confesar todo tipo de
atrocidades aplicándole todo tipo de torturas y vejaciones, fue
ajusticiada en la horca el año 1.535. Unos dicen que llegó en tal
estado que no se enteró de su triste final y otros que, si llegó a
darse cuenta, posiblemente lo agradeciera.
Si
se quiere saber más de los pormenores de esta historia real lo mejor
es acudir al libro de la autora Carmen Espada Giner, Dominica
La Coja. Una vida maldita, un triste destino,
de la Colección Manuscritos de la Inquisición, publicado por
Certeza, 1997, en él narra de forma novelada y con un fondo poético,
este proceso respetando la transcripción íntegra del juicio.