Cuenta la leyenda que la peste acabó con los habitantes de varias aldeas de la sierra de Sevil. Tan sólo dos ancianas sobrevivieron. Para no correr la misma suerte, decidieron huir y pedir asilo en los pueblos próximos. Tras varios intentos en Radiquero y Alquézar, finalmente fue Adahuesca el pueblo que las acogió. Como agradecimiento por las atenciones recibidas, ellas como únicas propietarias, donaron la sierra de Sevil a los vecinos, con tres condiciones. En primer lugar cada 20 de mayo debían acudir al paraje conocido como Crucelós, donde serían enterradas, para rezar junto a su tumba. En segundo lugar, en el mismo lugar debían repartir “la caridad” (panecillos y vino) a todos los asistentes. En tercer lugar, el día de Santa Ana (26 de julio) entregarían peras a los niños de Adahuesca. Esta última condición es conocida como el “Correperas”.
Crucelós es un paraje cercano a Adahuesca donde un montículo de piedra culminado por una cruz recuerda a las dos abuelas legendarias de Sevil. Tras caer el sol, acuden hasta él los abocenses y tras el rezo del responso, echan piedras al montón.
El sacerdote pasa a bendecir los paneticos y el vino que serán repartidos entre los asistentes.
El día festivo termina con la cortesía de la bandera o bandeo de un enorme pendón rojo.
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