miércoles, 20 de mayo de 2020

DESCUBRIENDO EL PATRIMONIO.

20 DE MAYO, CELEBRACIÓN DE CRUCELÓS EN ADAHUESCA.
Cuenta la leyenda que la peste acabó con los habitantes de varias aldeas de la sierra de Sevil. Tan solo dos ancianas sobrevivieron. Para no correr la misma suerte, decidieron huir y recorrer los pueblos cercanos en busca de un nuevo hogar, pero todas las puertas se les cerraban temiendo que portaran el terrible mal. Finalmente fue Adahuesca el pueblo que las acogió. Como agradecimiento por la hospitalidad que el pueblo les había brindado, y como únicas propietarias, legaron a los vecinos su bien más preciado: la sierra de Sevil. Eso sí, con tres condiciones. En primer lugar, deberían ser enterradas en Crucelós, a donde cada 20 de mayo debían acudir en romería, para rezar junto a su tumba. En segundo lugar, allí mismo y tras la oración fúnebre, debían repartir “la caridad” a todos los asistentes.

En tercer lugar, el 26 de julio, día de Santa Ana, entregarían peras a los niños de Adahuesca. Esta última condición es conocida como la “Corrida de las Peras”.
Crucelós, donde la leyenda dice que están enterradas las abuelas, está situado en un cruce de caminos, justo en donde colindan Adahuesca, Abiego y Alberuela de Laliena. La sepultura está marcada por un montículo de piedras culminado por una cruz. Los habitantes de Adahuesca se dirigen al lugar en procesión a la caída del sol. Una vez llegan, la gente se dispone en círculo alrededor del túmulo adornado con flores. Todos llevan piedras en sus manos. Se reza un responso por el alma de las abuelas. A continuación, el cura, seguido por el resto del pueblo, arroja las piedras sobre la tumba. La gente se apresura a coger las flores para conservarlas en sus casas hasta el año siguiente.
El sacerdote sigue con la bendición de los paneticos, que se toman con vino. Después se bandea un enorme pendón rojo. Finalmente se regresa al pueblo, donde se repite el bandeo.